Una Experiencia Mística - La Otra Cara de La Moneda
Si tengo que ser honesta conmigo misma, he de reconocer que hubiera sido mucho más difícil para mi enfrentar la ‘locura' -que es un estado transitorio y no permanente- de no haber tenido antes una experiencia de esas que las religiones definen como ‘místicas’, los psiconautas como ‘experiencia psicodélica’, los yogis como ‘nirvana’ y los médicos como ‘estado alterado de conciencia’.
Después del parto de mi hijo, yo estaba exhausta porque no había dormido nada, lo cual es normal para todas las mujeres que se convierten en madres por primera vez. Este cansancio estaba mezclado con indescriptible felicidad y una tremenda ansiedad, ya que me cuestionaba todo: ¿Está comiendo mi bebe lo suficiente?, ¿Por que llora tanto?, Hoy no ha hecho pupú, etc.
Así pasó una semana y yo sin poder dormir más de dos horas seguidas. Esto comenzó a preocuparme porque no quería enfermarme, por aquello de 'Si sufre la mama, sufre el bebé'. Así que un día cuando mi esposo y mi suegra salieron a hacer un mandado y el niño se acababa de dormir, decidí ponerme a meditar de la única forma que conocía en ese momento: relajando mi cuerpo gradualmente, enfocando la inhalación en una parte del cuerpo y relajando la misma con la exhalación -como al final de una clase de yoga, cuando estás en Savasana-. Como sabía que no disponía de mucho tiempo, decidí enfocarme en mi brazo izquierdo, que estaba adolorido por cargar al bebé todo el tiempo.
Comencé concentrándome en la punta de los dedos de la mano, inhalando profundamente y exhalando despacio, visualizando la tensión dejando mi cuerpo junto con el aire que salía de mis pulmones. Así seguí con cada parte de la mano, la muñeca y el antebrazo; cuando iba por el codo, noté que mi sentido de la audición se amplificó. En esos días siempre tenía puesto en el parlante un app con sonidos del vientre materno -un corazón latiendo, corriente sanguínea, etc.- para tratar de que mi hijo durmiera un poco más.
De repente, comencé a escuchar por separado -y simultáneamente- cada uno de los elementos que componían el sonido, tal como si yo estuviera dentro de un vientre en ese momento. Inmediatamente después, perdí toda sensación corporal y sentí que mis ojos, que estaban cerrados, se volteaban para arriba y al interior de mi cabeza. Mis oídos aislaron todos los componentes del sonido del app, excepto el corazón latiendo a un ritmo regular, cuando escuché una voz que decía: "Maria Isabel, no tenés nada de que preocuparte, no tenés nada de que preocuparte, no tenés nada de que preocuparte”.
Cuando entendí esas palabras con el corazón, algo que es muy difícil de explicar pasó. Puedo intentar describirlo como experimentar una gratitud universal que me hizo llorar a lágrima viva; me dí cuenta que todo en el universo era perfecto, que el sufrimiento era una ilusión, un truco que nos juega nuestro 'envase humano' y que todas somos una misma con la consciencia universal suprema. Entendí que 'la voz’ que escuchaba era mi propia voz; y de pronto ya no estaba llorando, sino que estaba riendo a carcajadas en un estado de sublime felicidad. Como perdí la noción del tiempo al entrar en este estado, no puedo estimar cuanto tiempo pasé sumergida en completa paz, alegría y unidad. Pero si recuerdo que un pensamiento le puso fin abrupto a la experiencia: "Evan y mi suegra ya van a regresar, y si me encuentran así, van a pensar que me volví loca". Este temor me hizo bajar de 'las alturas' en donde me encontraba, y minutos después mi marido y su mamá abrían la puerta de entrada a la casa.
Compartí mi experiencia con mi esposo, mi suegra y un amigo yogi. Mi amigo me dijo que el llevaba cerca de dos décadas practicando meditación y que todavía no había experimentado nada similar a lo que describí en ese momento.
Meses después, cuando vino la tormenta, esta experiencia regresó a mi memoria y la compartí con mi psiquiatra, quien me dijo que probablemente era una manifestación temprana de mi ‘enfermedad’. En ese momento cometí el error de creerle y dejé que las palabras de alguien más me quitaran el momento más especial que he tenido en mi vida -sí, más especial que el nacimiento de mi hijo-; y así vinieron varias semanas de sufrimiento.
Pero después recordé: "Maria Isabel, no tenés nada de que preocuparte, no tenés nada de que preocuparte, no tenés nada de que preocuparte”. Y decidí hacer caso a este mensaje; dejé de preocuparme de lo que dos palabras -‘Trastorno Bipolar’- significaban, y me enfoqué en recuperar el balance y hacer cambios fundamentales en mi vida, principalmente con mis patrones de pensamiento. Pude dejar los fármacos, que si bien me ayudaban a dormir, no me dejaban despertar completamente en ningún momento del día, ni terminar de darle el significado tan importante que traía consigo la experiencia emocional extrema que acababa de vivir.
De verdad creo que las 'experiencias místicas' y las 'enfermedades mentales' son dos caras de una misma moneda; ambas pertenecen al territorio de las experiencias extremas. Si es una experiencia 'mística' o una experiencia 'psicótica', pienso que dependerá del estado emocional en que se encuentre la persona y las circunstancias de su entorno, por lo menos así lo he interpretado yo en mi caso.
Algo de lo que estoy convencida es que las experiencias extremas traen consigo un regalo: la oportunidad de traer a consciencia traumas no resueltos. Con la humildad requerida para reconocerlos como asuntos en los cuales vos y solo vos tenés que trabajar, podes alcanzar su sana integración y así dar un paso importante en el camino que te permitirá desarrollar tu máximo potencial humano... un trabajo de toda la vida.