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Locura y Maternidad - Parte I

Locura y Maternidad - Parte I

Tengo 7 años y tres pelos de ser madre, y casi el mismo tiempo de haber tenido mi violento encuentro con el sistema de ‘Salud Mental’. Después de todo este tiempo el trauma psiquiátrico sigue vivo en mi cuerpo.

Basta nomás recordarme en ése lugar de ‘cuidados’ para que se me oprima el pecho, las manos se congelen, el corazón se acelere... recordarme amarrada a una cama, con los senos adoloridos llenos de leche, pidiendo ver a mi bebe pensando que estaba muerto, pidiendo que llamaran a mi esposo, pidiendo que alguien viniera porque necesitaba orinar, y obtener como única respuesta: silencio, el espacio vacío, el pitido del monitor de signos vitales. Tal vez las personas que ahí cuidan tenían miedo de una mujer aterrorizada, estaban muy ocupadas o mis pedidos eran simplemente ‘cuestión de todos los días’, una suerte de ruido blanco para elles. Recordarme sin mi bebé, sola, amarrada y sin saber qué pasaba.

A pesar de esta realidad personal, estoy muy clara que mi caso es de los privilegiados y que la realidad de la mayoría de mujeres y mamás que se enfrentan al sistema de Salud Mental en momentos de sufrimiento extremo, y con muchas otras opresiones encima (racismo, de clase, capacitismo y un largo etc.), termina frecuentemente siendo mucho peor.

Con el tiempo y la suerte, he tenido la oportunidad de reflexionar mucho respecto a mis experiencias en la vida, con la maternidad, con la bendición de la locura y la desafortunada respuesta médica y social a la misma. Recientemente tuve otra oportunidad de compartir públicamente mis perspectivas respecto a estas intersecciones, y la respuesta de las mamás de la audiencia me ha confirmado qué tan necesario se hace seguir hablando desde la experiencia directa.

He encontrado que la forma más completa -por lo menos para mi- de ilustrar el peso/problema/magnitud de la intersección mujer/maternidad/locura es haciendo un recorrido por las distintas opresiones y manifestaciones de violencia que se originan de las primeras, y a la vez, empezar a imaginar posibles alternativas a las mismas, como un ejercicio de vida y de esperanza.

Violencias Patriarcales

Estas violencias se manifiestan desde muy temprano en nuestra vida y aunque algunas no están únicamente relacionadas con la condición de la maternidad, considero que influyen en la posibilidad de terminar internalizando ciertas narrativas opresivas que damos por hecho, porque vienen de figuras que socialmente hemos aceptado como autoridad.

Las mujeres inevitablemente tenemos exposición a lo que a mi criterio es la patologización desde la medicina androcéntrica, de procesos femeninos NATURALES, por ejemplo etiquetas como ‘Síndrome Premenstrual’, ‘Trastorno Disfórico Premenstrual’ y ‘Depresión Perimenopáusica’ son vistas como problemas/trastornos porque no son realidades de los cuerpos de los hombres. Las mujeres nos topamos con algunas de estas etiquetas desde muy temprano en nuestras vidas.

Ya en el momento del embarazo y el parto, es afortunada la mujer que en el sistema médico no llega a conocer la violencia obstétrica, violencia que termina ocasionando profundos traumas que tienden a ser patologizados durante el posparto, mutando entonces en otro tipo de violencia que especificaré más adelante.

Para cerrar este pequeño recorrido por las violencias patriarcales que marcan a las mujeres madres, no puedo dejar de mencionar los tóxicos idearios sociales de la buena madre, la mala madre y la madre abnegada -o madre pencona como decimos en Nicaragua-, todos dañinos de formas diferentes y todos idearios que, lo querramos o no, hemos internalizado. Hay un mandato desde las estructuras que nos explotan que nos dice que debemos estar orgullosas de poder aguantarlo TODO, mandato que en un momento posterior también nos responsabilizará sólo a nosotras de todas las desgracias y problemas de nuestres hijes.

Violencias Cuerdistas

Estas violencias las encontramos también en diferentes momentos de nuestras vidas. Las etiquetas diagnósticas provenientes desde la psiquiatría y la psicología, que vale la pena mencionar están basadas en opiniones y no en ciencia, se convierten en el primer punto de segregación y estigma, porque desde que se nos entregan quedamos marcadas como ‘enfermas’, ‘deficientes’ o ‘anormales’. Aunque algunas de nosotras podamos encontrar alivio momentáneo en recibir estos distintivos, todas seremos sujetas de discriminación, prejuicios y estigmas por tenerlos. Una etiqueta diagnóstica te acompañará hasta el día en que dejés de existir físicamente, y lo que no te dice el psiquiatra es que con ellas , siendo mujer y madre, quedás desprotegida de muchísimas formas, porque el estigma está institucionalizado.

Cualquier madre portadora de un diagnóstico psiquiátrico queda en posición desventajosa a la hora de un divorcio no amistoso, a la hora de tener otras disputas legales e incluso a la hora de realizar procesos migratorios.

Para ilustrar el último aspecto compartiré dos ejemplos que vienen de mi experiencia. Mi esposo no es nicaragüense y por cuestiones de la vida tuve que tramitar hace unos años la residencia en su país. En ese momento, uno de los requisitos del proceso era pasar consulta con un médico certificado por la embajada del país. En dicha entrevista el médico me preguntó si había tenido hospitalizaciones y las causas de las mismas. Yo, muy cándidamente le respondí con la verdad, y al saber mis diagnósticos fue como que le hubiera dicho que había estrangulado a mi madre, el hombre se medio agachó y se me acercó con cara de preocupación preguntándome en voz muy baja: “¿Quién más sabe de esto?”.

Captura de pantalla con texto en inglés que dice: ¿Alguna vez ha estado legalmente incapacitada o internada en una institución mental?

Captura de pantalla con texto en inglés que dice: ¿Alguna vez ha estado legalmente incapacitada o internada en una institución mental?

En una ocasión más reciente, llenando un formulario de aplicación para ciudadanía, en la sección de carácter moral hacían preguntas del tipo de “¿Ha sido alguna vez condenada por algún crimen?”, “¿Ha colaborado con organizaciones terroristas?” y entre preguntas de ese tipo venía “¿Ha estado alguna vez en una institución psiquiátrica?

Entonces no, no nos engañemos con eso de “No hay que tener miedo de pedir ayuda”, porque en el estado actual de las cosas, siendo mujer, madre y loca, sí hay que tener miedo de estas etiquetas, porque las posibilidades de salir jodida aumentan. La ‘ayuda’ actual está infectada de una mirada biomédica infundada y de un prejuicio de peligrosidad que ocasiona torturas hacia nuestros cuerpos en la forma de encierros involuntarios, ‘tratamientos’ con drogas psiquiátricas por la fuerza o coerción, contenciones mecánicas y químicas, aislamiento, esterilización forzada, electrocución cerebral y otras torturas no corporales igual de dolorosas, como la pérdida de vínculos con nuestres hijes.

Violencias Capitalistas

Creo que éstas son las más difíciles de reconocer porque socialmente predominan valores que aunque van en detrimento de nuestro bienestar, son idealizados y han sido construidos como la meta a alcanzar. No profundizaré en valores como el éxito, el positivismo, el empoderamiento y la resiliencia, que aunque son problemáticos, en mi opinión en todo lo materno, están a una escala de destrucción diferente a la del valor de la independencia en todos los aspectos de la vida.

Dentro de un sistema capitalista la independencia nos acecha desde que nacemos. Pero a las mujeres, madres, locas, la independencia bajo las formas de “El casado casa quiere” y “La independencia económica como clave de la igualdad”, terminan convirtiéndose en trampas que nos roban la posibilidad de bien vivir nuestras maternidades. Por un lado, la idea de la familia nuclear ha colocado la carga de tareas domésticas y de cuidado de les bebés a la persona encargada de los cuidados primarios, que generalmente es la madre, en quien también recaen las responsabilidades de crianza, porque ya sabemos que por más ‘progre’ que sea nuestra pareja, el patriarcado no lo aniquilamos en una generación. Por otro lado, las luchas feministas por la igualdad se han desenvuelto dentro de sistemas destructores y depredadores de vida, así que las conquistas en igualdad han sido también derrotas, porque lo que hemos conseguido es ser igualmente explotadas en la vida profesional.

¿Hasta dónde vamos a aguantar?

Hace tiempo ya que la ‘tribu’ desapareció, y el estilo de vida moderno ha dejado a las madres -y a les niñes- en una suerte de vacío. Aunque ahora tenemos la posibilidad de desarrollarnos en el ámbito profesional, la mayoría de las madres profesionales debemos seguir cumpliendo con todas o la mayoría de las responsabilidades domésticas y de cuidado/crianza. El apoyo estructural que debió suplir la extinción de la tribu nunca vino. Las madres tenemos que seguir produciendo -demasiadas veces sólo para sobrevivir- aunque estemos embarazadas, aunque estemos crónicamente desveladas -muchas con el cuerpo quebrado- en el posparto, aunque estemos lactando y criando. Y mucho ojo con quejarse de maternar en estas condiciones porque las quejas pueden exponer nuestra despreciable vulnerabilidad humana.

Muchas de nosotras nos sentimos extremadamente inseguras de compartir nuestras tormentas con otras mamás, porque hemos sido condicionadas a competir entre nosotras, y aunque muchas veces es cierto que no estamos seguras entre mujeres -porque ni nosotras vomitamos el patriarcado entero en una vida-, vale cuestionarnos qué tanta de esa inseguridad es percibida y qué tanta de esa inseguridad es real.

Habiendo hecho el intento de hacer este inventario de violencias específico a mujer-maternidad-locura, cabe cuestionarse: ¿Serán nuestras expresiones de malestar, sufrimiento y diversidad no más que respuestas sanas y saludables a contextos violentos, enfermos y contrarios a la vida? Entendiendo a las sociedades que han acogido la globalización y la modernidad como sociedades enfermas, ¿no deberíamos ya encarnar el hecho que el producto natural de éstas somos personas que sufrimos más? ¿Algunas que sufrimos en extremo, y cuyo ser, en mi opinión desde la sabiduría, opta por la locura como mecanismo de supervivencia y de transformación?

Próximamente Parte 2: ‘Locura y Maternidad: Alternativas a las Violencias’

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