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Locura en Pobreza Extrema

Locura en Pobreza Extrema

Siempre he entendido que la locura o las 'enfermedades mentales' no distinguen entre ricos y pobres, flacos o gordos, altos o bajos.  Lo cierto es que aunque no exista diferencia entre quienes la padecemos, resulta mil veces más pesado vivir una crisis mental en la pobreza.

He tenido la oportunidad de conocer la verdadera dimensión de la locura en las peores condiciones de miseria.  Con el respeto que merece esta valiente mujer, me tomo el atrevimiento de compartirles la historia que viven día a día Eva -seudónimo para proteger su identidad- y su hijo.

La primera vez que la conocí, en un acto de escuela rural cerca de casa, ella golpeaba a puño cerrado a su hijo de 6 años, los golpes los daba con ira en el bracito del niño.  Me quedé estupefacta y con miedo, no hice nada.  Después me enteré que el niño era el necio y agresivo de la escuela, le pegaba a otros niños, les amenazaba con enterrarles el lapiz de grafito, en fin, era el dolor de cabeza de la escuela.  Le recomendé a mi hija, que guardara distancia del niño, pues temía alguna agresión.

Por esas cosas de la vida, un día Eva llegó a mi casa con el niño, ella estaba enferma y me pidió el favor de leerle una receta de unas inyecciones que le habían dado en el hospital público -ella es analfabeta-.  Las leí y me dispuse a ponerle el tratamiento de 8 inyecciones, 1 cada día.  Durante ese tiempo, ella llegaba con el niño que jugaba con mi hija de una forma sana.  No se necesitó mucho tiempo para que todos nos enamoraramos del niño.  No peleaba, era cariñoso, comía siempre con un apetito voraz, estaba siempre dispuesto a ayudar en casa y daba los abrazos más sinceros que puede dar un niño.

Conforme mi hija lo sentía más su amiguito, yo me acercaba más a su mamá para conocer su vida.  Sabia que era lavandera de ropa, varias veces la vi sumergida hasta la cintura en un manantial de agua helada de montaña lavando ropa ajena.  También me enteré que vive en una casita de 2x1 mt. suspendida en tambo a la orilla de la carretera, ahí su papá y su madrastra le dan posada cuando quieren.  No tiene garantía de poder dormir siempre ahí, a veces no le queda más que meterse abajo de los pilotes del tambo y abrigarse junto a su niño en un clima de 12 a 15 grados.  Ella tenía su casita, pero un deslave en la montaña se la enterró, solo a ella se le llevó la casa el deslave y fue el mero día del cumpleaños de su hijo, quien por fortuna se había despertado una hora antes de la tragedia.

Su rostro siempre tiene el ceño fruncido y sus ojos siempre están llenos de lágrimas a punto de derramarse.

Mi hija me contaba la manera en que ella llegaba a la escuela y con cualquier rama de pino que encontraba le pegaba al niño enfrente de todos.  También lo bofeataba y el resto de niños se reían.

Platiqué varias veces con ella, aconsejándola para que aprenda a dominar su ira, le dije lo malo que era humillar a su hijo delante de sus compañeros.  Las golpizas continuaban a pesar de los consejos.  El niño empezó a venir a diario a mi casa después de la escuela para comer, hacer tareas y jugar.

Un día Eva volvió a bofeteralo y mi hija me contó muy consternada.  La invité a mi casa y le dije que si sucedía una sola vez más la denunciaria por maltrato físico y psicológico.

Esa tarde, entre consejos, regaños y amenazas, empecé a entender que su problema no era tan simple, no se trataba sólo de controlar su enojo... empecé a conocer su realidad.

Eva tiene 23 años, el niño de quien les he hablado, lo tuvo a los 15.  También tiene una niña que parió a las 13, ella la regaló a los dos meses de nacida porque no tenía como mantenerla.

Eva fue criada por su padre y su madrastra.  Se dice que su madre padecía de epilesia o 'esquizofrenia' o ambas -nadie está claro-.  Dos meses después que Eva nació, su madre empeoró.  Pasó el tiempo y la mamá de Eva tuvo un nuevo bebé, y en una crisis emocional lo ahorcó.  La mujer fue juzgada y puesta en libertad por su 'esquizofrenia' o epilepsia.  Eva quedó en manos de su padre, su madre vive con su abuela, amarrada con una cadena dentro de un cuartito en codiciones de extrema pobreza.

Eva creció con el estigma de ser 'la hija de la loca y asesina'.  En la comunidad es despreciada por ser la más pobre, la que no tiene casa, la que no tiene marido, la conflictiva y la golpeadora del niño.  Incluso creen que con las golpizas puede llegar a matar al niño como lo hizo su madre en el pasado.  La han denunciado en varias ocasiones por maltrato y está condicionada por el Ministerio de la Familia, ante una denuncia más le quitan al niño. 

Eva está sola en este mundo cruel, alegrándose cuando consigue lavar más de dos docenas de ropa, que son solo 70 pesos.  Cuando pasa eso -que no es diario-, puede comer con su niño frijoles con arroz, el resto de los días debe conformarse con comer un tomate o las sobras que le dejan su papá y madrasta.

Eva perdió un bebe hace tres meses, producto de una efímera relación con un hombre que la golpeaba e insultaba.

Eva ama a su hijo y sé que le pesa mucho golpearlo, he visto su dolor y no sabe qué hacer para mejorar.

Eva no tiene la certeza de donde dormirá esta noche con su hijo, ni esta clara si hoy podrá cenar.

Eva y su hijo reciben el desprecio de todos, hombres y mujeres, niños y niñas, por andar sucios y ser los más pobres entre los pobres.

Eva dice padecer de los nervios.  ¿Quién no?... con la vida grotesca y tan difícil que 'le ha tocado'.

Eva está rota.  Carga dolores desde el principio de su existencia, nadie jamás le ha tendido la mano genuinamente.

Eva padece ataques de pánico, yo lo presencié ayer, cuando vino descompuesta en llanto porque su hermano la insultó y la acusó de haber regalado a su hijo -lo cual es falso-, solamente porque su hijo viene a diario a mi casa.

Eva cae al piso desmayada después del llanto, los temblores y la hiperventilación que le provocan todas las aflicciones que padece.  Su niño es el que en general está presente en sus momentos de crisis.

¿Cómo puede Eva mantenerse en pie con tantos embates?, ¿Con qué corazón podría yo gestionar que le quiten a su hijo a pesar de saber el sufrimiento que pasa?, ¿Será que si gestiono con una ONG la construcción de una casita para ella y su hijo se resuelve todo?, ¿Debería adoptarla a ella y a su niño en mi casa y darle terapia yo misma?  Y si le conseguimos un trabajo, ¿le quitamos una de tantas preocupaciones? ¿Será capaz de conservarlo?... Mil pensamientos se me vienen a la cabeza y sé que algunas cosas se pueden resolver con dinero, el resto conllevan altas dosis de amor, paciencia, escucha, consejos, empatía y no más lástima.

Eva no tiene esperanzas, si ya el hecho de estar 'loca' te deshabilita en esta sociedad, peor el estar "loca y ser la más pobre entre los pobres".

Concluyendo, no es lo mismo padecer de ansiedad, descontrol de la ira y depresión desde una cama king, con aire acondicionado y con un plasma de 50 pulgadas que vivir una crisis mental con hambre, frío, incertidumbre sobre dónde domir y qué comer; con gritos y descalificaciones de la comunidad y sobre todo con el desprecio e indiferencia de tu propia familia.

 

 

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