Psiquiatrización y De-psiquiatrización
Cuando inicié, me hablaron de estrés, poco usual en los años 80. Luego el decaimiento y melancolía fueron llamados depresión, y como no había aparente explicación, hablaron de depresión endógena (etiquetas asignadas en consultas privadas y el centro clínico Universidad Católica, en la cual estudiaba Derecho). De la nada, cambiaron a personalidad limítrofe (Borderline), en convención médica y con el "mejor" psiquiatra del país (ISAPRE privada Colmena, Martin Cordero) dijeron que lo que explicaba mi cuadro era el primer caso de trastorno neurovegetativo en Chile. A los años y con más rigurosidad (Hospital publico Horowitz Barak, principal centro de internación psiquiátrica del país) establecieron que todos estuvieron equivocados, era un caso típico de bipolar tipo II. Con los años y para explicar el deterioro, comenzaron hablar de bipolar con esquizofrenia ( en consultas privadas y Hospital público Barros Luco, en especialización psiquiatría).
Me ofrecieron pensionarme (jubilación de gracia) y en el aspecto médico y dada la mala respuesta al tratamiento farmacológico me ofrecieron electroshock, y si eso no funcionaba, me hablaron de cortarme unos nódulos cerebrales por medio de intervención nasal, sin conocimiento en su momento, hoy interpreto que me proponían una lobotomía...
"No te preocupes, vamos a encontrar la solución", dijeron. No acepté jubilarme (lo estimé el término de mi búsqueda y lucha) y por instinto escapé de la ‘terapia electro convulsiva’ o electroshock, y seguí en el abordaje químico de consumo concomitante de altas dosis de psicofármacos.
Cada diagnóstico fue acompañado de múltiples drogas psiquiátricas, más de 50 diferentes tipos a lo largo de los años, coherentes con el diagnóstico y en altas dosis y concomitancia. "Era un caso grave y resistente al tratamiento", decían.
Visité más de 30 psiquiatras y nunca se movieron de la explicación y abordaje bioquímico, me convencieron de un daño irreversible en mis neurotrasmisores -daño que nunca se le puede probar a nadie-, por una condición biológica y genética, en la cual no podía incidir.. y así traté de vivir.
Sólo después de más de dos décadas cambié el paradigma. Nuevas preguntas con nuevas respuestas, al alero de escuchar activistas de derechos humanos en salud mental en mi país y participar del colectivo Libre-Mente, en el que comprendí y decidí sacarme la psiquiatría y su diagnóstico. Me saqué las etiquetas fundadas en meras especulaciones; al respecto hay un mini documental "Que pasa si esto no existe" y otros).
Acto seguido, decidí desintoxicarme y desmedicalizarme, proceso que los psiquiatras obviamente no apoyaron, y hasta me amedrentaron. Fue duro, pero lo logré. Lo logré muy solo, sin dinero y casi nada de información. Fue increíble ir constatando la recuperación de mis habilidades físicas, cognitivas y sociales perdidas en los años. En mis años de psiquiatrizado me atormentaron movimientos corporales involuntarios, la pérdida de memoria, la pérdida de concentración, rigidez de articulaciones, pesadillas vívidas, constantes crisis de pánico y vértigo, la inseguridad, irritabilidad, confusión, obsesiones y una necesidad de sueño excesiva, en fin, era un adicto, con múltiples visitas a urgencia hospitalaria, para no detonar.
Así me desintoxiqué, con convicción y fuerte motivación, usando un mecanismo de reemplazo, apoyándome en terapia neural ( medicina biorreguladora), hierbas, hábitos, alimentación sana, etc. También observando para identificar la causa ambiental y subjetiva que era en parte, la que inducía mi malestar. Me tocó madurar y desarrollar herramientas para sanar y poder enfrentar y aceptar la vida y sus vaivenes.
En ello, recordé e identifiqué problemas subjetivos de mi infancia y adolescencia, situaciones que me habían llevado a crecer en soledad, con baja autoestima, miedos, inseguridad, con una personalidad competitiva, auto exigente, sin tolerancia al fracaso, rígido, con una visión idealizada de la familia. Era conservador y religioso, procuraba contentar a quienes no me consideraban y no había trabajado ni construido "un yo". Me sentía culpable de lo que vivía, tenía pena y soledad, y eso se somatiza. Así, se explican las manifestaciones (melancolía, emotividad, pesimismo, inseguridad, irascibilidad, confusión, mala memoria, dispersión mental, alteración severa del sueño, insomnios, pensamientos y emociones con recurrentes ideas suicidas, decaimiento físico y mental extremo, aislamiento, etc) y que los psiquiatras catalogaron de enfermedad al cerebro biológica, genética e irrecuperable, y que drogaron con psicofármacos hasta el hartazgo de irresponsabilidad y criminalidad.
La psiquiatría y su abordaje químico no me dejó ver, nunca creyó en mi, ni les importé. No me dejaron madurar, me drogaron, me psicoeducaron en consciencia de enfermedad y me discapacitaron con un discurso de ciencia y benevolencia, que es irreal. Me relegaron a un rol pasivo en mi vida y salud, sólo debía tomar la pastilla y orar… hasta morir.
Sin drogas puedo ver y puedo decidir, y con ello, el camino de vivir está a mi alcance.
Comparto -me expongo- como ex usuario de salud mental, sobreviviente de la psiquiatría, que adhiero a la construcción del movimiento anti-psiquiatría desde los ex-usuarios y soy activista de DD.HH en salud mental en Chile y Latinoamérica homologando a quienes me preceden en la lucha, porque el paradigma biomédico que acepté para enfrentar mi situación subjetiva está errado, no ofrece soluciones reales y discapacita. Muchos lo aceptamos por estar en situación de vulnerabilidad y sin información, en ello, solo se es un mero consumidor de la droga de la industria farmacéutica.
Esto puede servir a otros a despertar e iniciar su propio camino para comprender y romper sus propias cadenas e iniciar un transito de evolución y libertad.